Los días transcurren, los meses se suceden y dejan paso a años nuevos. Y es el paso del tiempo el que, doce meses después, nos vuelve a traer una nueva Feria a Manzanares, que volverá a ser el centro neurálgico de la provincia durante unos días.
FERCAM abrirá de nuevo sus puertas y los paseos Príncipe de Asturias se llenarán de atracciones, chiringuitos, tómbolas y varios miles de personas paseando y disfrutando del ambiente festivo. El silencio y la paz reinante en la zona durante todo el año dejará paso a unos días en los que el flujo de personas paseando por allí será incesante y en los que únicamente se escuchará, entre otras cosas, el sonido inconfundible de la bocina de “la Felisa”, intercalado con las risas y los llantos de los más pequeños, la voz del ya querido “hombre de la tómbola” (me pregunto cuál será el regalo estrella de este año en las tómbolas después de las minimotos del pasado), la música atronadora de los chiringuitos o los gritos de los estresados camareros a la barra pidiendo “una de calamares y dos cañas para la siete”.
Serán unos días muy intensos en mayor o menor medida para todo el mundo. De todas las personas que transitan por la Feria, podemos hacer una clasificación en función de cómo viven este tiempo. Por un lado, encontramos al “visitante clásico”, que es aquella persona que se levanta temprano para ir a dar una vuelta por FERCAM, como todos los años, y por la noche se dedica a dar un breve paseo para ver el ambiente y tomarse algo con algún amigo.
Por otra parte, encontramos a “la familia con hijos”. Este grupo no suele ir solo. Siempre acude a la Feria acompañado de otra u otras “familias con hijos”. Su Feria se centra en dar una vuelta por los “caballitos” con los niños para saciar sus ganas de montar en todas y cada una de las atracciones y sentarse en la terraza de un chiringuito a tomarse algo hasta que los niños se ponen pesados y tienen que dar por finalizada la noche. Dentro de este grupo existen muchas variantes. Las más comunes son la “familia con hijos hasta cierta hora”, que tras el respectivo paseo con los niños los acuestan y se van “al baile”, y la “familia con hijos, pero con abuelas”, que dejan a los niños en casa de los abuelos después de montarlos en los “caballitos” y se van en pareja para seguir disfrutando la noche con más libertad.
Sin duda alguna, la “especie” más particular es la que engloba a los jóvenes. Su Feria es “la otra Feria”. La mayoría de ellos transforman sus hábitos y costumbres durante estos días. Pasan de tener una vida normal a ser “animales nocturnos”. Viven la Feria intensamente, pero no “la Feria” de toda la vida, sino la que se desarrolla en el Calicanto y en las discotecas: la de los botellones y el cachondeo sin límites. “Pasan” de lo tradicional para centrarse en lo que les interesa. Para ellos, la Feria significa más que para cualquier persona. Son cinco días en los que su único objetivo es disfrutar de la noche como no lo hacen el resto del año. Muchos la esperan como agua de mayo durante doce meses y, cuando termina, la recuerdan con nostalgia hasta que llega la siguiente. El único problema que se deriva de este grupo es el de siempre: algunos (muchos según mi parecer) piensan que una buena fiesta siempre debe tener cantidades ingentes de alcohol. Y no es así ni mucho menos. No entiendo a la gente que necesita del alcohol para pasárselo bien. Esperemos que durante la Feria reine el civismo entre los jóvenes y sean responsables en el consumo de alcohol.
Lo único que la gente tiene que tener claro, entren dentro de una u otra de la clasificaciones antes hechas, es que hay que disfrutar al máximo de la Feria de una forma responsable. Únicamente son cinco días y para volver a disfrutar de esos cinco días hay que esperar otros trescientos sesenta y cinco. Y no es precisamente poco tiempo.
FERCAM abrirá de nuevo sus puertas y los paseos Príncipe de Asturias se llenarán de atracciones, chiringuitos, tómbolas y varios miles de personas paseando y disfrutando del ambiente festivo. El silencio y la paz reinante en la zona durante todo el año dejará paso a unos días en los que el flujo de personas paseando por allí será incesante y en los que únicamente se escuchará, entre otras cosas, el sonido inconfundible de la bocina de “la Felisa”, intercalado con las risas y los llantos de los más pequeños, la voz del ya querido “hombre de la tómbola” (me pregunto cuál será el regalo estrella de este año en las tómbolas después de las minimotos del pasado), la música atronadora de los chiringuitos o los gritos de los estresados camareros a la barra pidiendo “una de calamares y dos cañas para la siete”.
Serán unos días muy intensos en mayor o menor medida para todo el mundo. De todas las personas que transitan por la Feria, podemos hacer una clasificación en función de cómo viven este tiempo. Por un lado, encontramos al “visitante clásico”, que es aquella persona que se levanta temprano para ir a dar una vuelta por FERCAM, como todos los años, y por la noche se dedica a dar un breve paseo para ver el ambiente y tomarse algo con algún amigo.
Por otra parte, encontramos a “la familia con hijos”. Este grupo no suele ir solo. Siempre acude a la Feria acompañado de otra u otras “familias con hijos”. Su Feria se centra en dar una vuelta por los “caballitos” con los niños para saciar sus ganas de montar en todas y cada una de las atracciones y sentarse en la terraza de un chiringuito a tomarse algo hasta que los niños se ponen pesados y tienen que dar por finalizada la noche. Dentro de este grupo existen muchas variantes. Las más comunes son la “familia con hijos hasta cierta hora”, que tras el respectivo paseo con los niños los acuestan y se van “al baile”, y la “familia con hijos, pero con abuelas”, que dejan a los niños en casa de los abuelos después de montarlos en los “caballitos” y se van en pareja para seguir disfrutando la noche con más libertad.
Sin duda alguna, la “especie” más particular es la que engloba a los jóvenes. Su Feria es “la otra Feria”. La mayoría de ellos transforman sus hábitos y costumbres durante estos días. Pasan de tener una vida normal a ser “animales nocturnos”. Viven la Feria intensamente, pero no “la Feria” de toda la vida, sino la que se desarrolla en el Calicanto y en las discotecas: la de los botellones y el cachondeo sin límites. “Pasan” de lo tradicional para centrarse en lo que les interesa. Para ellos, la Feria significa más que para cualquier persona. Son cinco días en los que su único objetivo es disfrutar de la noche como no lo hacen el resto del año. Muchos la esperan como agua de mayo durante doce meses y, cuando termina, la recuerdan con nostalgia hasta que llega la siguiente. El único problema que se deriva de este grupo es el de siempre: algunos (muchos según mi parecer) piensan que una buena fiesta siempre debe tener cantidades ingentes de alcohol. Y no es así ni mucho menos. No entiendo a la gente que necesita del alcohol para pasárselo bien. Esperemos que durante la Feria reine el civismo entre los jóvenes y sean responsables en el consumo de alcohol.
Lo único que la gente tiene que tener claro, entren dentro de una u otra de la clasificaciones antes hechas, es que hay que disfrutar al máximo de la Feria de una forma responsable. Únicamente son cinco días y para volver a disfrutar de esos cinco días hay que esperar otros trescientos sesenta y cinco. Y no es precisamente poco tiempo.
José Carlos Naranjo Sánchez-Maroto "JoCaN"
"Publicado en el especial FERCAM '06 de El Periódico del Común de La Mancha"
"Publicado en el especial FERCAM '06 de El Periódico del Común de La Mancha"
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