¡Oh, no! ¿Qué ven mis ojos? ¡Es la temida crisis que asola el mundo! Esa que está destrozando la vida de todos los humildes habitantes de este mundo. Esa que no afecta a los ricachones. Ni a los políticos. Ellos la combaten subiéndose el sueldo. ¡Qué fácil lo tienen! Pero, ¡ay!, los ciudadanos de a pie, como siempre, son los más perjudicados…
La vida de la gente es más gris desde hace unos meses. La crisis no perdona. La desolación invade la sociedad. Pero hay que remontar el vuelo y lo mejor para hacerlo es afrontar la situación con una sonrisa. Buscar el lado positivo de la vida. Abrirse paso entre los nubarrones para ver el sol.
Hay dos opciones para pasar estos tiempos oscuros. La más fácil y a la vez más cobarde es bien simple. Localice un edificio alto (al ser posible el más alto de su ciudad). Diríjase hacia él y acceda a la azotea. Una vez allí súbase al poyete y mire hacia abajo. Las personas parecen hormiguitas, ¿verdad? Cuando se le haya pasado el temblor de piernas respire profundamente. A continuación grite a los cuatro vientos: “¡adiós a la crisis!” y salte al vacío. En unos segundos la crisis habrá desaparecido por arte de magia. Es un método 100% efectivo si se realiza correctamente. ¡Y además consigues una nueva vivienda de regalo! ¿A quién no le gustaría vivir al final del paseo de los cipreses en una lujosa tumba llena de gusanos?
Pero si eres de los que prefieren ponerle buena cara a la vida seguro que optas por la segunda vía. Sí, la crisis es chunga y nos afecta a todos, vale. Pero se puede vivir felizmente a pesar de todo. La clave está en disfrutar de los pequeños placeres que nos ofrece la naturaleza. El simpático ‘buenos días’ del vecino de enfrente, el dulce tacto de la mano de la camarera al darte el cambio de tu café, toparte con un bonito paisaje de camino al trabajo, las carcajadas de un niño jugando con sus juguetes en el parque, el abrazo sincero de tu pareja… Producen la misma satisfacción que pasar una noche en un hotel de lujo o meterse un jugoso entrecot entre pecho y espalda. Pero tienen una gran ventaja: ¡son gratis! Y además endulzan y alegran la vida. Disfrutando de estas pequeñas cosas nuestra existencia será cada vez más feliz a pesar de los tiempos aciagos que corren.
Así que ya sabes, si quieres pasar de la crisis como si no supieras de su existencia (“¿Crisis? ¿Qué crisis?”) sólo tienes elegir una de las dos propuestas. Los cobardes, al hoyo, y los inconformistas a transformarse en Amélie Poulain y a disfrutar de los placeres escondidos que esta vida nos ofrece. Con este planteamiento seguro que la convertiremos en un precioso campo de flores. Y nos olvidaremos de la crisis, que era el fin principal de este “método”. Disfruta de la vida porque no hay más que una…
Hay dos opciones para pasar estos tiempos oscuros. La más fácil y a la vez más cobarde es bien simple. Localice un edificio alto (al ser posible el más alto de su ciudad). Diríjase hacia él y acceda a la azotea. Una vez allí súbase al poyete y mire hacia abajo. Las personas parecen hormiguitas, ¿verdad? Cuando se le haya pasado el temblor de piernas respire profundamente. A continuación grite a los cuatro vientos: “¡adiós a la crisis!” y salte al vacío. En unos segundos la crisis habrá desaparecido por arte de magia. Es un método 100% efectivo si se realiza correctamente. ¡Y además consigues una nueva vivienda de regalo! ¿A quién no le gustaría vivir al final del paseo de los cipreses en una lujosa tumba llena de gusanos?
Pero si eres de los que prefieren ponerle buena cara a la vida seguro que optas por la segunda vía. Sí, la crisis es chunga y nos afecta a todos, vale. Pero se puede vivir felizmente a pesar de todo. La clave está en disfrutar de los pequeños placeres que nos ofrece la naturaleza. El simpático ‘buenos días’ del vecino de enfrente, el dulce tacto de la mano de la camarera al darte el cambio de tu café, toparte con un bonito paisaje de camino al trabajo, las carcajadas de un niño jugando con sus juguetes en el parque, el abrazo sincero de tu pareja… Producen la misma satisfacción que pasar una noche en un hotel de lujo o meterse un jugoso entrecot entre pecho y espalda. Pero tienen una gran ventaja: ¡son gratis! Y además endulzan y alegran la vida. Disfrutando de estas pequeñas cosas nuestra existencia será cada vez más feliz a pesar de los tiempos aciagos que corren.
Así que ya sabes, si quieres pasar de la crisis como si no supieras de su existencia (“¿Crisis? ¿Qué crisis?”) sólo tienes elegir una de las dos propuestas. Los cobardes, al hoyo, y los inconformistas a transformarse en Amélie Poulain y a disfrutar de los placeres escondidos que esta vida nos ofrece. Con este planteamiento seguro que la convertiremos en un precioso campo de flores. Y nos olvidaremos de la crisis, que era el fin principal de este “método”. Disfruta de la vida porque no hay más que una…
1 comentario:
Deberías hacer de este texto un lema que todo el mundo leyese... pero como tu dices, es facíl quejarse...
De todas formas hay personas a las que la vida le ha cambiado tanto que no creo que tengan ni fuerzas para ver lo positivo :S
Sea como sea, buen texto.
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