Viernes. 28 de marzo de 2008. 21 horas. El público que abarrotaba la sala “La Riviera” esperaba impaciente a que el concierto comenzase. En el ambiente había muchas ganas de volver a ver al gallego subido de nuevo a un escenario. Cinco minutos más tarde esa inquietud se transformó en voces que le instaban a aparecer ante los ojos de todos. A las nueve y diez por fin llegó el momento que todos estaban esperando: Iván Ferreiro, acompañado de su banda, se dejaba ver sobre el escenario de la sala madrileña. El público, el mismo que había agotado todas las entradas del que iba a ser el primer concierto de la gira (la expectación “obligó” a hacer otro un día antes), enloqueció. Un año después se volvían a sentir unos “repelentes” disfrutando del directo de su “pirata” favorito.
Las primeras notas de la canción que iniciaba el concierto sonaron como música celestial en los oídos de la multitud. Toda la verdad, tema que también abre su nuevo trabajo, “Mentiroso Mentiroso”, fue un éxtasis de sensaciones, aunque una se dejó sentir por encima de las demás: la añoranza se transformó en alegría desbordada. Por fin sus seguidores podían dejar de lado la soledad del mp3 para poder disfrutar junto a miles de personas de las canciones de Iván Ferreiro en vivo.
Uno tras otro se fueron sucediendo temas de los tres discos en solitario del cantante: Extrema pobreza, Son preciosos nuestros besos, Jet Lag y un largo etcétera. El público asistía totalmente entregado al recital que estaba dando Iván sobre el escenario. Tal fue la complicidad que incluso Ferreiro recogió del suelo una guitarra hinchable que le habían lanzado y entonó un tema con ella en la mano, al más puro estilo Rodolfo Chikilicuatre.
La anécdota de la noche llegó mediado el concierto. La banda desapareció del escenario y el gallego se quedó solo, con la única compañía del piano. Así empezó a interpretar Rocco Sigfredi, una preciosa balada con nombre de actor pornográfico. De repente, Iván perdió el hilo de la letra y hubo un silencio. Lo intentó retomar, pero nuevamente se equivocó. A la tercera fue la vencida. “Lo siento. Parece que estoy un poco torpe”, se disculpó Ferreiro al terminar la canción. Pero daba igual, los allí congregados estaban radiantes de felicidad y agradecieron su esfuerzo con una sonora ovación. Aunque lo que más agradecieron los nostálgicos fueron los dos temas que interpretó de Los Piratas. Las raíces nunca se olvidan.
Era una noche especial y se notaba. No sólo entre la muchedumbre, sino también entre la banda. Uno de los guitarristas, Emilio Saiz, estuvo durante todo el concierto viviendo intensamente cada acorde que salía de su instrumento. Amaro Ferreiro, el otro guitarrista, además de tocar una canción que había compuesto esa misma semana, no paró de lanzarse miradas de complicidad con su hermano. Éste último deleitó a todos con sus tan característicos bailes estrambóticos. Pero ahí no quedó la cosa. Es costumbre en los conciertos de este artista rodearse de sus amigos y más en noches especiales como esta. Así, pasaron por el escenario Coque Maya (cantante de Los Ronaldos), Suso Saiz (productor del disco), quien se mostró muy activo guitarra en mano, Adela (cantante de Sunflowers y Sterlin), y César Pop con su acordeón (autor del tema Magia). Todos se contagiaron del buen rollo del ambiente y lo dieron todo sobre el escenario.
El desenlace de la velada musical no le fue a la zaga al resto del concierto. La locura y el desenfreno se apoderaron de “La Riviera” cuando Iván Ferreiro se fue “de viaje con Chihiro” diciendo adiós a todos. La apoteosis de luz y sonido fue grandiosa. Público y artistas se sumieron en un éxtasis gastando las fuerzas que todavía atesoraban los cuerpos. Y así terminó todo.
Tras dos horas de “sonido Ferreiro”, la música desapareció, la sala se fue vaciando poco a poco entre las caras de satisfacción y cansancio de los “repelentes” e Iván se fue con los suyos a celebrarlo. Acababa de dar un gran concierto. Iván Ferreiro había vuelto a sentirse artista…
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