25 de enero de 2010

¡Zas, en toda la boca!


La resaca del Real Madrid-Málaga está siendo muy polémica. No se habla ni de los dos goles que metió Cristiano Ronaldo ni de la victoria de su equipo. Lo único que se comenta es la expulsión del portugués, que intentó zafarse de un agarrón soltando el brazo. Una de las sacudidas impactó en la cara de Mtiliga. El árbitro lo tuvo claro: roja directa. Ambos tuvieron que abandonar el campo: uno por expulsión y otro con el tabique nasal roto.

No calificaré el espectáculo de gestos que el portugués regaló a las cámaras antes de abandonar el campo. Ya sabemos que más que un futbolista, es un showman. Pero sí quisiera analizar la jugada. Los medios andan escandalizados y piden una sanción ejemplar para Cristiano. Pero a mí, que a lo mejor estoy loco, no me parece para tanto. Vale que CR9 actuara mal y que se mereciera la expulsión, pero si aplicáramos este criterio siempre veríamos más de una roja por partido.

Agresiones: el pan de cada día

Acciones como la del Bernabéu suceden todas las jornadas. O si no, atentos a los saques de puerta. Cuando dos rivales pugnan por el balón en un salto, la jugada suele acabar con uno de los dos doliéndose en el suelo. La razón, el contrario utiliza los codos para saltar más alto, muchas veces, con la mala suerte de impactar en la cara del rival.

El problema es que una misma jugada se mide con distinto rasero según el partido y el jugador. Si este manotazo llega a propinárselo Bergantiños (Xerez) a Aranda (Osasuna), seguramente el ciudadano de a pie ni se enteraría.

Por eso tenemos que mentalizarnos todos. Los árbitros, para cortar este tipo de agresiones de raíz. Y los jugadores, reprimiendo esos impulsos violentos (estamos jugando al fútbol, no al boxeo). Porque al fútbol se juega con los pies. ¡Y no con las dichosas manitas!

No hay comentarios: