30 de marzo de 2008

Seis leyendas del tenis se dieron cita en el Masters Senior de Madrid

El Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid acogió por segundo año consecutivo el Masters Senior, un torneo de veteranos que reunió a algunos de los jugadores que han escrito la historia del tenis. Boris Becker, Björn Borg, John McEnroe, Emilio Sánchez Vicario, Jim Courier y Sergi Bruguera participaron en una competición de tres días muy disputada y con un aire muy festivo. El catalán Sergi Bruguera se alzó con el triunfo tras superar a tres ex-números uno en su camino: a Bjön Borg en cuartos de final, a John McEnroe en semifinales y a Jim Courier en la final.

349 semanas en lo más alto del ranking ATP, lo que equivale a 6 años y 8 meses, 235 títulos en el circuito profesional, 30 de ellos en torneos del Grand Slam y 9 entorchados en Copa Davis. Estas impresionantes cifras las reúnen entre los seis tenistas que se juntaron durante los días 28, 29 y 30 de marzo en la capital de España. Seis grandes del tenis que ahora dedican su tiempo a jugar torneos de veteranos para el deleite del público, que acude a los pabellones para disfrutar en vivo de esos jugadores a los que no tuvo la oportunidad de ver cuando eran profesionales.

El paso del tiempo sólo ha hecho mella en el aspecto físico de los tenistas. Por lo demás, siguen siendo los mismos que dominaron el circuito ATP hace unos años. Así, el clásico estilo de juego de Jim Courier, las impresionantes voleas de Boris Becker o la clase de Bjön Borg siguen causando furor entre los espectadores. Aunque a decir verdad, lo que más le gusta al público es ver al siempre malhumorado John McEnroe destrozando raquetas contra el suelo o protestando las decisiones arbitrales.

El show que se montó en el Palacio de los Deportes fue brillante. Ya no sólo por ver a tanta leyenda junta, sino porque ofrecieron un espectáculo digno de Grand Slam. Se vio tenis de grandes quilates y se reeditaron partidos míticos de la historia del tenis, como el que cerró el torneo. Sergi Bruguera y Jim Courier “regresaron al pasado” jugando la misma final que en Roland Garros en el año 1993. Al igual que entonces, el español se impuso al estadounidense en un partido disputadísimo. Si en aquella ocasión el encuentro se decidió en cinco sets, en ésta lo fue en tres. Después de dos mangas en las que ambos mantuvieron su servicio y que sólo se pudo decidir con sendos tie-break (primer set para Courier y segundo para Bruguera), el súper tie-break decidió el campeón. Sergi Bruguera lo empezó más entonado y consiguió una ventaja que le valió para finiquitar el partido. 10-4 en el marcador del tercer set y la segunda edición del Masters Senior y el gran oso rojo del trofeo fueron a parar a sus manos.

Ambiente festivo

Más allá del tenis, si hay algo que caracteriza a estos torneos de veteranos es el ambiente festivo de sus partidos. Sin la presión característica de los partidos del circuito profesional, no fue raro ver a los tenistas vacilándose entre ellos después de un golpe fácil fallado, montando una pequeña trifulca, pacífica eso sí, porque el rival le había ganado un punto o incluso usando a un juez de línea como escudo humano ante un “smash” de su oponente. Jim Courier se llevó la palma en este aspecto. Mucho más dicharachero que el resto, no paró durante todo el torneo de bromear con todos. En la mismísima final invitó a dos chicas de unos diez años que se encontraban en las gradas a jugar un improvisado partido de dobles con Bruguera y con él. El público, muy participativo ante las bromas de los tenistas, respondió con risas y aplausos. Una vez terminó la improvisada pachanga el juego volvió. Porque aunque no lo pareciera, estaban en mitad de un juego.

Los seis tenistas (más Pato Clavet, que tuvo que sustituir al lesionado Boris Becker en la final de consolación ante John McEnroe) se fueron muy contentos con el torneo y expresaron su deseo de poder volver en otra ocasión. El público respondió muy bien y prueba de ello fue el aspecto que presentaron las gradas del Palacio de Deportes durante los tres días. Éxito de tenis, de organización y de público. No se le puede pedir más a un torneo de este tipo.

Iván Ferreiro vuelve a lo grande

Viernes. 28 de marzo de 2008. 21 horas. El público que abarrotaba la sala “La Riviera” esperaba impaciente a que el concierto comenzase. En el ambiente había muchas ganas de volver a ver al gallego subido de nuevo a un escenario. Cinco minutos más tarde esa inquietud se transformó en voces que le instaban a aparecer ante los ojos de todos. A las nueve y diez por fin llegó el momento que todos estaban esperando: Iván Ferreiro, acompañado de su banda, se dejaba ver sobre el escenario de la sala madrileña. El público, el mismo que había agotado todas las entradas del que iba a ser el primer concierto de la gira (la expectación “obligó” a hacer otro un día antes), enloqueció. Un año después se volvían a sentir unos “repelentes” disfrutando del directo de su “pirata” favorito.

Las primeras notas de la canción que iniciaba el concierto sonaron como música celestial en los oídos de la multitud. Toda la verdad, tema que también abre su nuevo trabajo, “Mentiroso Mentiroso”, fue un éxtasis de sensaciones, aunque una se dejó sentir por encima de las demás: la añoranza se transformó en alegría desbordada. Por fin sus seguidores podían dejar de lado la soledad del mp3 para poder disfrutar junto a miles de personas de las canciones de Iván Ferreiro en vivo.

Uno tras otro se fueron sucediendo temas de los tres discos en solitario del cantante: Extrema pobreza, Son preciosos nuestros besos, Jet Lag y un largo etcétera. El público asistía totalmente entregado al recital que estaba dando Iván sobre el escenario. Tal fue la complicidad que incluso Ferreiro recogió del suelo una guitarra hinchable que le habían lanzado y entonó un tema con ella en la mano, al más puro estilo Rodolfo Chikilicuatre.

La anécdota de la noche llegó mediado el concierto. La banda desapareció del escenario y el gallego se quedó solo, con la única compañía del piano. Así empezó a interpretar Rocco Sigfredi, una preciosa balada con nombre de actor pornográfico. De repente, Iván perdió el hilo de la letra y hubo un silencio. Lo intentó retomar, pero nuevamente se equivocó. A la tercera fue la vencida. “Lo siento. Parece que estoy un poco torpe”, se disculpó Ferreiro al terminar la canción. Pero daba igual, los allí congregados estaban radiantes de felicidad y agradecieron su esfuerzo con una sonora ovación. Aunque lo que más agradecieron los nostálgicos fueron los dos temas que interpretó de Los Piratas. Las raíces nunca se olvidan.

Era una noche especial y se notaba. No sólo entre la muchedumbre, sino también entre la banda. Uno de los guitarristas, Emilio Saiz, estuvo durante todo el concierto viviendo intensamente cada acorde que salía de su instrumento. Amaro Ferreiro, el otro guitarrista, además de tocar una canción que había compuesto esa misma semana, no paró de lanzarse miradas de complicidad con su hermano. Éste último deleitó a todos con sus tan característicos bailes estrambóticos. Pero ahí no quedó la cosa. Es costumbre en los conciertos de este artista rodearse de sus amigos y más en noches especiales como esta. Así, pasaron por el escenario Coque Maya (cantante de Los Ronaldos), Suso Saiz (productor del disco), quien se mostró muy activo guitarra en mano, Adela (cantante de Sunflowers y Sterlin), y César Pop con su acordeón (autor del tema Magia). Todos se contagiaron del buen rollo del ambiente y lo dieron todo sobre el escenario.

El desenlace de la velada musical no le fue a la zaga al resto del concierto. La locura y el desenfreno se apoderaron de “La Riviera” cuando Iván Ferreiro se fue “de viaje con Chihiro” diciendo adiós a todos. La apoteosis de luz y sonido fue grandiosa. Público y artistas se sumieron en un éxtasis gastando las fuerzas que todavía atesoraban los cuerpos. Y así terminó todo.

Tras dos horas de “sonido Ferreiro”, la música desapareció, la sala se fue vaciando poco a poco entre las caras de satisfacción y cansancio de los “repelentes” e Iván se fue con los suyos a celebrarlo. Acababa de dar un gran concierto. Iván Ferreiro había vuelto a sentirse artista…